jueves, 16 de agosto de 2012

Juro que no te quiero



Juro que no te quiero, aunque me hicieras olvidar a quienes debieron de tomar la cicuta mucho antes que Sócrates. Juro que no te quiero por caminar con doncellas que pasean su glamour con aires de grandeza y me nombraron la princesa destronada del cuento, porque doblaste el número de espinas que luce mi corona, porque me has hecho temer la perdida de lo que nunca tuve, porque haces que a solas mis ojos se tomen mal todas las noticias
Juro que no se si te quiero porque tu culo marcaba mis pasos y ahora que todo es niebla me vence el miedo de no saber cual es la mano que te mece, cual es la mano que cada día desabrocha tu pantalón y lame tu melancolía hasta quedar saciada.
Pasé noches buscando la saliva que pudiera borrar tatuajes de esos que están hechos sin tintas chinas, de esos bordados a mano de recuerdos. Tu pasaste horas haciéndome probar la ginebra de tus labios, llenándome de caramelos los bolsillos hartos de sostener tantas maldiciones. Enloquecí con cada recorrido de tu diseño por mi espalda y rocé la esquizofrenia mientras el pesimismo lograba alcanzar mis pies. Ahora escupo tu nombre en cada rincón y planeo la manera de explicarte que no doy clases de cómo eyacular con amor

Yo lo sabía, yo sabia que caería al vacío y aun así me lancé sin cuerdas, sin paracaídas, sin brújula…. Y en una noche de luna nueva tenias que ser precisamente tu la única luciérnaga existente después del naufragio. Tú, que con una simple letra del corto abecedario eres capaz de acelerarlo todo y hacer que me avergüence de mis estúpidas alegrías, despiertas lo que creía que vivía en inviernos desde mi primer suspiro. Tú te abrazaste a mis caderas y  yo me declare fanática de los jadeos a media noche.

No quiero que la ninfómana esperanza me folle de nuevo, ni que me obligue a arrodillarme y jurar que no te quiero… porque nunca podré jurar que no te quiero.
Ahora, con mis rodillas en el suelo y la cabeza bien alta, reconozco que he soñado llevarte a mi cama sin cloroformo, sin mentiras, sin esposas, sin ropa…Por tu propio pie. Y besarte, besarte sin parar. Creo que así podría morir. Hasta que se me seque la boca, con tu aliento acariciando mi piel, sin que me dejes decir palabra. Palabras que, a veces, hacen vulgar lo que suele ser extraordinario.

Y como quizá nunca cumpliré mi último deseo, algún día te enseñare el mapa de todas las estrellas fugaces que malgasté pidiendo un beso más.


(*Cursiva : inspirado en una frase del filósofo Nietzsche. “ La palabra despersonaliza haciendo vulgar lo que suele ser extraordinario)


2 comentarios:

  1. ''y rocé la esquizofrenia mientras el pesimismo lograba alcanzar mis pies''. Buenísimo. Todo.

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