martes, 24 de julio de 2012

Solo recordamos lo que nunca sucedió

Creo recordar que la primera vez que le vi fue en el autobús, destino a la universidad a la que por casualidad me dirigía yo. Fue un verano, no recuerdo bien cuantos años han pasado. Solo se que cuando le vi me sentí extraña, de pronto aquel viejo autobús circulaba mas lento a diferencia de la piedra latente de mi pecho. Él me miro como si de lejos se acercara un tsunami que segundos mas tarde arrasaría la ciudad. Todo se quedó allí,  y empezó mi primer día de clases en el extranjero y no se bien porqué pero no atendí una mierda a todo lo que decían esas profesoras inglesas que parecían recién salidas de un baño en polvo de arroz.
Conocí a mucha gente pero no quería ir con ellos, eran cínicos. Sus vidas se basaban en dormir, beber alcohol hasta la saciedad, polvos de una noche, y amnesia a la mañana. Esa gente era aburrida, sus vidas eran tristes… no tenían ni amor por ellos. Yo mientras tanto pasaba los días escondiendo en mi mochila algunas de las cosas que preparaban las señoras del comedor para saciarme a la noche, después paseaba por el lago mientras me fumaba un cigarrillo y daba trozos de pan a los patos. A veces mi aburrimiento era tan inmenso que pensé zambullirme con los cisnes que me miraban como si fuera de otra galaxia, pero no conocía nada de su profundidad, así que volvía a mi  apartamento con los brazos cruzados mientras observaba el vaho que salía de mi boca. Noches a cero grados en las que dormía sola y era necesario encender la calefacción sino quería dormir en un hospital acompañada de la tarjeta de crédito como resultado de una jodida hipotermia. Mi debilidad llegó a tal punto que esos días hasta las moscas me parecían seres entrañables.

Quizá fue a mediodía, si, fue entonces. Entregué el ticket de la comida, cogí un par de cosas, pasé por caja y me senté en una mesa vacía que había junto a la ventana, desde allí podía ver la facultad de medicina escondida entre los árboles en los que revoloteaban los malditos pájaros que me despertaban cada mañana. Empecé a comer y de repente eché de menos algo de bebida, debí olvidarla, así que me levante dispuesta a coger algo dejando sobre la mesa aquel libro del que no me había separado en los 6 días que llevaba de estancia en ese lugar, “lo verdadero es un momento de lo falso” había perdido la cuenta de las veces que había pasado sus hojas pero ese libro escondía algo especial. Cuando regresé de coger la bebida estrella del comedor encontré al chico del autobús escribiendo sobre la primera página de mi libro algo que era indescifrable de lejos, de modo que me acerqué
-          ¿Alguna vez has leído este libro?- dije. Como siempre yo y mis preguntas brillantes.
-          Sin duda es mi favorito, la primera vez que te vi no creí que tuviésemos algo en común- me respondió
-          Por tu forma de hablar intuyo que eres español, del norte, ¿verdad?
-          De Cantabria, concretamente. Por tu acento intuyo que eres del Sur, ¿verdad?
-          De Jaén, concretamente
-          Y se puede saber que hace una chica como tu en un lugar tan frío como este?- pregunto  con cierto interés
-          He venido hasta aquí para tomar unas cuantas clases y también  buscando algo de cambio. Ya sabes, “solitario corazón vaga sin rumbo por aquí buscando un poco de emoción”- dije yo, volviendo a ser brillante
-          No imaginaba que tuviésemos mas cosas en común, los libros, la música…Si quieres un poco de emoción te espero a las 7 en ese bar de Dublín que tanto te gusta- dijo, y acto seguido volvió a dejar el libro justo donde yo lo puse y se marchó susurrando el resto de la canción.

Abrí el libro y con una letra casi digna de un medico que lleva ejerciendo toda su vida pude leer: “Esta noche, quédate”
Terminé mi plato mientras pensaba en lo raro que era todo aquello y me dirigí hacia mi apartamento para descansar y buscar algo decente que ponerme a la noche

Eran alrededor de las 6 y media y andaba como loca por la calle buscando algún taxi que me llevara al Temple Bar, supuse que él se refería a aquel sitio, sin duda era mi favorito. Al fin llegó uno de esos taxis roñosos de color amarillo y logré decirle a conductor hacia donde me tenía que llevar. Era notable que aquel coche ya tenia unos cuantos años ya que su tapicería agujereada dejaba mucho que desear, el tipo empezó a hablarme de que siempre había querido viajar a España, que era fanático del futbol,  blablabla… El caso es que no presté demasiada atención a lo que el me decía, mi cabeza no andaba precisamente por España.

Media hora mas tarde y tras dejarle algo de propina al extraño taxista llegué a mi destino. Había bastante gente, gente joven como nosotros que bebían cerveza, charlaban, reían y parecían  estar a gusto. Di una vuelta por el bar y lo encontré en la barra con esa aura inquietante que le rodea y ese aire bohemio que me volvía loca Llevaba una vaqueros negros, unas converse rojas algo desgastadas, una camiseta de Nirvana y una especie de pañuelo en su cuello cuyo olor era cloroformo para mi nariz. Su pelo parecía no haber conocido nunca un peine, pero le sentaba muy bien.
Después de quedarme un buen rato embobada decidí acercarme, mientras él se empinaba la botella de Franziskaner que sostenía en su mano derecha
-Hola forastero- dije con un tono un poco gracioso
-Vaya, creía que ya no vendrías. Pensé que no te fiarías de un tipo que te mira raro y escribe sobre tu libro mientras tú no estás.
- No me inspiras desconfianza, me apetecía venir hasta aquí.
-Por cierto, me llamo Iván
- Yo me llamo Alicia
- ¿En el país de las maravillas?- dijo mientras reía, no se si fruto del oro que estaba bebiendo
- Anda, si tenemos aquí a un graciosillo. La verdad es que este país esta empezando a ser maravilloso ahora que te conozco.
- ¿Lo dices en serio? – preguntó suplicando para sus adentros una respuesta afirmativa
- Si, muy en serio – respondí con esa sinceridad que hacía tiempo que no notaba en mi voz.

Me contó que vivía en el apartamento de al lado del mío, que cada noche me veía salir al lago y que llevaba varios días planeando como acercarse a mi y que no pareciera un acosador desesperado y no se le ocurrió mejor manera que escribir sobre mi libro.

Me invitó a beber sobre la barra mientras conversábamos y observábamos las fotografías de estrellas del rock que pendían de las paredes. Incontables cervezas después salimos a la calle riendo sin motivo alguno y paseamos por la ciudad hasta el amanecer.

A partir de ese día sí que empecé a ser Alicia en el país de las maravillas. Iván era increíble. Tenía defectos pero se complementaban con los míos y se convertían en algo dulce. Me despertaba cada día tirando la puerta abajo, sacaba varios conjuntos de mi armario y paseaba por el pasillo hasta que yo salía de la ducha, desayunábamos juntos, comíamos junto y cada tarde y cada noche salíamos a pasear  por la ciudad, subíamos y bajábamos escaleras mecánicas en centros comerciales, nos atiborrábamos a comida basura, perseguíamos a los camiones de Monster por si nos regalaban algunas latas, recorríamos todos los bares de la ciudad, cruzábamos una y otro vez el Halfpenny Bridge cantando la canción de Molly Malone, inmortalizábamos momentos con el automático de mi cámara réflex, cocinaba platos creativos con esa magia que le faltaba a la comida que preparaban aquellas señoras y siempre reíamos, reíamos sin parar. Con él era imposible dejar de hacerlo.

El último día de la estancia de Iván decidimos viajar hasta Downhill Beach, él se merecía una buena despedida. A mí aun me quedaban cuatro días de estancia y sinceramente no sabía como iba a aguantarlo, sin él aquel viaje ya no tenia demasiado sentido.
Aquel domingo lo noté extraño, con ganas de hacerme preguntas pero no se atrevió. Pasamos un buen día pero ambos regresamos vacíos. Me acompañó hasta mi apartamento, yo le dije que me esperara en el salón y me apresuré a meterme en la ducha y deshacerme de una vez de toda la arena que cubría mi cuerpo. Él no atendió a lo que le dije. No me esperó en el salón, y tampoco se puso a pasear por el pasillo como acostumbraba a hacer. Se atrevió a cerrar la puerta del baño por dentro y a apartar la cortina del plato de ducha. Mis ojos se clavaron en los suyos y no nos hizo falta ninguna palabra. Acarició mi pelo y comenzó a besarme con esas ganas que le caracterizaban, sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo a la vez que yo me perdía en su cuello, me agarró de las nalgas y de pronto sentí el frío de los azulejos en mi espalda. No se si nuestra temperatura corporal aumento o el agua comenzaba a salir un poco fría pero no fue ningún obstáculo para dejar de fundirnos. Esa noche se quedó y me abrazó entre las sabanas. Desperté a las 10 de la mañana reconociendo su olor en la almohada pero él ya no estaba allí, solo dejó sobre el escritorio una postal de una famosa playa de Santander, la pipa de la que habíamos fumado durante casi un mes cargada hasta arriba de tabaco y una nota que decía “Espero que sigamos siendo socios en lo de soñar despiertos” acompañada de un número de teléfono con prefijo español.
Halfpenny Bridge ( Dublín)
Empecé a golpear la puerta de su apartamento pero era cierto, él ya debería andar rumbo a tierras cántabras. No sé si fue un punto de locura, desesperación, amor o simplemente la necesidad de abrazarlo pero en menos de tres horas estaba rumbo al aeropuerto con la nota en mi bolsillo, la maleta en una mano y el humo de la pipa enrojeciendo poco a poco mis ojos. Cinco horas después me encontraba en la misma playa que aparecía en aquella postal, con el móvil en la mano marcando aquel número de teléfono… Me falta vida para contar todo lo que pasó después de que Iván respondiera a mi llamada, solo os puedo decir que era despistado y atento a la vez y que me hizo feliz, que en este momento acaricia mi pelo y sonríe mientras escribo y me hace feliz.


miércoles, 11 de julio de 2012

Sin medidas profilácticas



Harta de hacer preguntas en plural cuando en realidad la persona se reduce a la segunda del singular, harta de tocar madera por no acariciar tu pelo, de dar patadas bajo una mesa por si me rozo con tus pies, de colocar mis manos en posición indirecta por si deseas apretarlas

No quiero drogarme con ilusiones, no quiero perder mis cosas, perder tus cosas, perderte a ti…

Aun no tengo prisa pero la impaciencia, de vez en cuando, me mata.
Busco todos los preliminares del mundo, ser el motivo de tu seriedad, castrar los recuerdos de chicas que bajo su escasa reputación creen comprar pasión a cambio de sexo, la seguridad de que no te dejaras llevar por la picardía de tangas rojos en esquinas de ciudades oscuras, de lavabos de carretera… de que tu descortesía no se halle con deleites carnales dentro de camas vulgares.
Busco abrazos sin disfraces que nos hagan mejores, una casa repleta de lugares fetiches, desde pastillas de jabón escurriéndose por la bañera hasta alimentos afrodisíacos hirviendo en la encimera.
Busco la desfloración con descaro de sentimientos, de dudas que me miran a la cara sin que yo me atreva a alzar la mirada.
Busco el óxido para los muelles de mi cama, el desenfreno de unas manos que no lleguen a saber de la existencia del cordón umbilical, la incontinencia de los besos, el erotismo de las sabanas acariciando el suelo.

A cambio ofrezco amor sin medidas profilácticas, con el encanto de ser un juguete lascivo en su sueño por convertirse en tu doctrina hedonista. Una vida orgiástica solos tu y yo, con todo lo necesario para no dejar que nada ni nadie pervierta nuestro éxtasis

Cazador de sueños

Empezaste con besos que me encendían como solo tú sabias hacerlo, el momento exacto en el que colocar tu mano en mi nuca y que empezara a sentir víboras en mi boca, para que más tarde yo abarcara tu cuello entre mis brazos, el punto exacto en el que morder mis lóbulos y comenzar a besar mi espalda. La precisión exacta con la que desabrochar hebillas, botones, broches, bajar cremalleras -recordando la textura de la tela- y dejar que la ley de gravedad se encargara de deslizarlo todo hacia abajo… en tu ilusión por llegar a ser algo mas que un arné lésbico.
Paseábamos por el parque adentrándonos poco a poco en el ojo del huracán de ancianas recordando su juventud con sus faldas de luto y sus piernas hinchadas como tus venas cuando yo recorría milímetro a milímetro cada palmo de tu escultura.
                                                 
En poco tiempo la magia pareció esconderse bajo la nariz de Krusty
Nos hablan de príncipes azules y de andar a 3 metros sobre el cielo cuando en realidad andamos bajo tierra como topos que salen a buscar alimento a la superficie, cuando todos sabemos que abajo se vive mejor. Abajo, bien abajo, mas aún, un poquito mas… ahí, justo donde estas tu esparcido en diminutos trozos rotos de sarcófago, rotos como me dejaste a mi
Seguiste creando problemas químicos que no me sentaban bien- ilusa de mi que pensé que al menos los físicos los podrías resolver- empleando esa mirada perspicaz que nunca había sido de tu dominio,  perfilando el sarcasmo de tu sonrisa…
Terminaste desdeñando las erecciones que aparecían con mis besos en paseos de domingo que acababan en una bulimia sexual al mismo tiempo que yo calculaba la presión exacta que debería ejercer para destrozar el barniz de tu coche con algún objeto cortante

Ahora odio recordar como después de algunas penetraciones me quedaba embobada mirando las estrellas a través de la ventanilla mientras acariciaba tu pelo con una mano y  con un cigarrillo en la otra a la vez que tu hablabas de no sé que día de no sé que mes de no sé que año en el que creías amarme.
Ahí reparé en que no quería ser una parada mas sino un destino en el intuía que no aparecías como tripulante.

Pero únicamente este es un recuerdo más de los cientos que quedaran pendidos de algún mechón del cepillo que guardas en la guantera, de algunos de los  hilos de color naranja tejidos alrededor del atrapasueños del retrovisor o bajo el sombrero del duende verde que cuelga a su lado. Recuerdos que, como bien dije, terminaran por roer los ratones sino es que ya lo has hecho tu con tus propios colmillos, los mismo con los que bordaste el desenlace de este libro


20 primaveras

"Cumpleaños felíz" 

Y te acostarás con la soledad que se siente al no haber recibido una felicitación a las doce. Despertarás con miedo de mirar el móvil y no encontrar nada. Tomarás el café diario de las 4 al mismo tiempo que espero ver algún desastre en televisión con tu imagen de fondo. Pasarás el día sin abrir regalos, tan solo abrirás algunos condones nostálgicos a la vez que yo deshojo margaritas sin llegar al ultimo pétalo empujado por la evidencia de la falta de amor. A la noche barrerás la barra del bar pidiendo dos copas, insinuando que esperas a alguien, para  no sentirte solo. Al final de la noche acabarás bebiendo por dos, tú que nunca has entendido el significado de tal numero. Lo mas divertido será como pasas la yema de tu dedo índice por el borde de la copa mientras imaginas cosas, tal vez recordando aquel 3 de julio en el que solo hacia falta descolgar un teléfono, pedirme que te enseñara el significado de los números pares y que así la tradición de pedir un deseo antes de soplar las velas tuviera sentido. Pedir un año mas, ya no sé si será conmigo. Lastima que tu solito, tras varias eyaculaciones olvidases que dos es igual a uno y que no caben tres.
Yo por mi parte ya había pensado diferentes maneras de atentar contra la vida de aquel domingo y en este instante se me ocurren otras tantas para atentar contra la vida de este martes que te recuerda que sigo aquí donde dejaste los puñales despuntados. Quizás no me encuentre recordando la misma fecha pero no rechazo la felicidad del 17 de octubre, ni el amor del 14 de febrero, ni las sorpresas del 17 de mayo, ni la venganza en agosto…
Caminarás por calles desiertas deslizando tus dedos entre barrotes de las ventanas de ciertos hogares donde descansan familias que en unos días saldrán de vacaciones, puertas que no te llevarán a ninguna custodia compartida con mis labios. Al mismo tiempo yo repasaré la textura de los asientos de algún coche conducido por aguas que se dejan arrastrar por corrientes de dudosa reputación.
Volverás a casa sintiéndote extraño al no encontrar ningún sujetador colgando del espejo retrovisor, ninguna mano resbalándose por el cristal, ninguna espalda apoyándose en el volante haciendo sonar, por accidente, el coche. Mientras tanto yo me quemaré los labios con cigarrillos de liar sin saber si me jode mas cumplir años sin ti o que cumplas años sin mí.
Y te acostarás con la soledad que se siente al no haber recibido una felicitación a las once y cincuenta y nueve.


Tus pecados capitales

No pretendo adentrar a nadie en la moral cristiana  pero…

Pecaste de lujuria, por querer poseerme a mí y andar entre otras piernas, recorriendo otra espalda, embistiendo otro somier y desnudando otro colchón
Pecaste de gula visitando hoteles, no recuerdo bien de cuantas estrellas, seguro que pensiones de mala muerte, pero visitaste muchos. Hambre de otra saliva que acababa dejándote indiferente a diferencia de la mía. Lugares en los que no pudiste comprar amor, igual que no lograste alquilar mi alegría.
Pecaste de avaricia que derivó en una deslealtad desconsiderada y su consiguiente colección de floreros escondidos. Ataste mis manos y acabaste con el estomago vacío, como tu.
Pecaste de pereza olvidando la razón por la que siempre te había encantado calentar mi pasión. Podrás inflarte a follar pero tardaras en volver a saber lo que es hacer el amor.
Pecaste de ira, y lo sigues haciendo. Has amado la venganza más que a mi en mucho tiempo.
Creyendo que yo había pecado de lujuria alguna vez, pecaste de envidia. Mataste otros abrazos, otros brazos…Provocaste mi propio homicidio
Y por tu adorable soberbia te has quedado solo contigo. Y pecando yo también del pecado original te recuerdo que nos veremos en el purgatorio, no sin antes decirte que aunque pidas perdón no obtendrás absolución.
No pretendo adentrar a nadie en la moral cristiana pero…

No habrá juez

Orgullo de saber que aun cuando ya no me ames tampoco me olvidaras, y de hacerte saber que tu mirada estrábica ya no será la destinataria de mis cartas
Elegiste a la manzana en el Edén y perdona pero todo no se puede tener. Aunque mientas no me conseguirás engañar con tu falsa fachada de roca primitiva.
Tapiaré el cajón de mis desastres, limpiaré mi techo de telarañas, apagaré la luz que encendías para hacerme tropezar y cerrare mi maleta con todo lo que no me hace falta para seguir caminando. Pero no habrá juez que imparta justicia por el mismo andén; condenados a ser dos completos desconocidos
Tú, el principal sospechoso, imputado en el caso de las sabanas frías: condenado a una vida sin amor, a abrazos sin sentimiento, a palabras sin verdad, a ganas sin fuerza…
Yo, la principal sospechosa, imputada en el caso de las mentiras por despecho: condenada a folios en blanco





Te lo has llevado todo...todo. Has dejado vacío y a mi sin nada






Sigo soñando con despertar y saber que nada de lo que esta pasando es real. Ya no se como llamar a esta obsesión mía, si llamarla culpabilidad, añoranza, idiotez, debilidad…o si tal vez masoquismo seria una buena manera de llamarlo. Solo se que eres el culpable de mi odiosa bipolaridad, de que esta noche me encuentre aquí en esta habitación a oscuras, escuchando música que no me hace ningún bien y tecleando un puto ordenador, creyendo desahogarme como si fuese un camarero que me ofrece una copa, a las 2 de la mañana. Me parece increíble, después de todo el daño, despertarme esperando que algún día puedas mandarme un mensaje con un: “tenemos que hablar” o una llamada acompañada de alguna que otra disculpa. Hoy solo le doy vueltas a la frase de un amigo: “Las heridas son más pequeñas cuanto menos tiempo pasa” y si, tal vez lleva razón… lleva razón, la lleva. Primero te quedas como quien escucha una noticia y no sabe si creérsela, después llega la rabia, mas tarde el odio, después te vas dando cuenta que es así, que ha pasado, y esperas a que llegue la indiferencia, esa puñetera indiferencia que a veces se retrasa y me cuesta verme a las 12 de la noche andando hacia mi casa, como si el carro de caballos se fuese a convertir en calabaza por esperar un minuto mas. Me gusta hacerme la dura acompañada de algunos bajones de vez en cuando. Cada vez que paso por allí me doy cuenta de que no estas esperándome mientras respiras fuego, y que aunque no quería que cayeras y te hicieras mil pedazos, tarde o temprano lo harás. Se que no te mereces ni una de las palabras que escribo ahora pero me da pena que nuestra canción se rayara justo en el comienzo del estribillo. Hoy no tengo ganas de reprocharte, de maldecirte, de odiarte, solo tengo ganas de preguntarte porque todo ha acabado así, como has podido hacerme esto e irte así, con tu orgullo. Podría escribirte mil refranes, mil insultos, citarte numerosas frases para hacerte sentir aun más desgraciado de lo que ya puedas ser, pero no me quedan ganas ni de eso, ni ganas, ni fuerza, nada… Lo mismo que tú me has dado, lo mismo que tú me has dejado…nada.  Se que las hienas que esperaban detrás de nuestra placida llanura no dejaran de mi ni las suelas de los zapatos, y que tu las ayudaras, pero aun así no te odio. Siento que has tratado cargar a mis contracturas con toda la tristeza, pero aun así no te odio. Solo  quiero que sepas que no escribo esto para que te des cuenta de lo que has perdido, sino para que algún día recuerdes lo que tenias.

Ahora que ya no estás

Antes que nada, gracias. Si, gracias, oyes bien. Gracias por quererme tanto, gracias por demostrarlo cada día, por pensar solo en mí. Enhorabuena por tu perfecto guión. Aun recuerdo el ultimo dia que dijiste que me querías, justo dos días antes de que cerrara por ultima vez la puerta del picadero. Bonita tosca ironía la tuya, ¿verdad cariño? Y mientras desgarro camisetas entre olor a madera quemada siento haber dejado de ser tu preciosa meretriz. Mi vida, te deseo todo lo mejor. Deseo que necesites volver a mirarte en mis ojos, que mi olor no desaparezca de tu almohada, que recuerdes cada noche mi espalda curvándose sobre tus nalgas, mis dedos recorriendo tu espalda y mi aliento en tu cuello,  que eches de menos mi risa entre los asientos, que escuches mi voz entre cada canción, que veas mi letra dibujada en el vaho de los cristales de aquel maldito coche, que con cada triste orgasmo creas morder mis labios, que te fumes con tu ego el cigarrito de después. Y ahora, mientras me fumo uno a tu salud, se que me olvidaras en cualquier parque aspirando anestésicos, que me dejaras... pero tus recuerdos ya huelen a crisantemo y ya no me da miedo que bordes otros lazos que terminaras por pudrir igual que el broque de aquel sujetador que quedó sobre tu cama. Hoy ya me conozco todas tus falacias, ya se el porqué de tu recelo, y es que se cree el ladrón... ¿Verdad mi amor?