miércoles, 11 de julio de 2012


Cazador de sueños

Empezaste con besos que me encendían como solo tú sabias hacerlo, el momento exacto en el que colocar tu mano en mi nuca y que empezara a sentir víboras en mi boca, para que más tarde yo abarcara tu cuello entre mis brazos, el punto exacto en el que morder mis lóbulos y comenzar a besar mi espalda. La precisión exacta con la que desabrochar hebillas, botones, broches, bajar cremalleras -recordando la textura de la tela- y dejar que la ley de gravedad se encargara de deslizarlo todo hacia abajo… en tu ilusión por llegar a ser algo mas que un arné lésbico.
Paseábamos por el parque adentrándonos poco a poco en el ojo del huracán de ancianas recordando su juventud con sus faldas de luto y sus piernas hinchadas como tus venas cuando yo recorría milímetro a milímetro cada palmo de tu escultura.
                                                 
En poco tiempo la magia pareció esconderse bajo la nariz de Krusty
Nos hablan de príncipes azules y de andar a 3 metros sobre el cielo cuando en realidad andamos bajo tierra como topos que salen a buscar alimento a la superficie, cuando todos sabemos que abajo se vive mejor. Abajo, bien abajo, mas aún, un poquito mas… ahí, justo donde estas tu esparcido en diminutos trozos rotos de sarcófago, rotos como me dejaste a mi
Seguiste creando problemas químicos que no me sentaban bien- ilusa de mi que pensé que al menos los físicos los podrías resolver- empleando esa mirada perspicaz que nunca había sido de tu dominio,  perfilando el sarcasmo de tu sonrisa…
Terminaste desdeñando las erecciones que aparecían con mis besos en paseos de domingo que acababan en una bulimia sexual al mismo tiempo que yo calculaba la presión exacta que debería ejercer para destrozar el barniz de tu coche con algún objeto cortante

Ahora odio recordar como después de algunas penetraciones me quedaba embobada mirando las estrellas a través de la ventanilla mientras acariciaba tu pelo con una mano y  con un cigarrillo en la otra a la vez que tu hablabas de no sé que día de no sé que mes de no sé que año en el que creías amarme.
Ahí reparé en que no quería ser una parada mas sino un destino en el intuía que no aparecías como tripulante.

Pero únicamente este es un recuerdo más de los cientos que quedaran pendidos de algún mechón del cepillo que guardas en la guantera, de algunos de los  hilos de color naranja tejidos alrededor del atrapasueños del retrovisor o bajo el sombrero del duende verde que cuelga a su lado. Recuerdos que, como bien dije, terminaran por roer los ratones sino es que ya lo has hecho tu con tus propios colmillos, los mismo con los que bordaste el desenlace de este libro


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